La suspensión de la incredulidad y la mentira de la Lucha Libre

La lucha libre es una cosa de niños, sí, pero ¿por qué es fácil explicar el valor de un cuadro renacentista, pero no el del urinario de Duchamp? Porque es ahí donde está la magia, en lo indescriptible, en lo inexplicable, en lo obtuso. La lucha libre es burda, es una tontera, pero devela una verdad: no hace falta que algo sea 100% tangible, refinado o docto, para que tenga valor por sí mismo.

Mi infancia no fue de las mejores, pero trato de pensar que tampoco fue particularmente dura, creo que como la mayoría, con cosas buenas y malas, a veces más malas que buenas, pero siempre estuve rodeado de mucho amor, de mi mamá y mi hermana. Y aunque no fue especialmente difícil, tampoco tuve una infancia con muchos privilegios, no tuve pieza solo hasta que me fui a vivir solo a otra ciudad, no supe mucho de deportes hasta ser grande, no tuve un papá presente o una figura paterna como tal, pero crecer rodeado de mujeres me ayudo a, por una parte, tener cierta sensibilidad con algunas cosas que otros niños de mi edad no tenían, pero, por otra parte, hubo un mundo (quizás uno de perspectiva más masculina) que tardé en descubrir, lo que para algunos podría ser algo malo, ahora, viendo en perspectiva, no fue tan malo, porque perpetuó mucho mi capacidad de asombro.
Vivíamos en Constitución (una ciudad en la costa, cerca de Talca) y al ser playa, de vez en cuanto tenía temporales de lluvia y viento muy intensos, fue en uno de esos temporales en que se cortó la luz por un rato y al volver, la tele se había desconfigurado (los canales y eso), entonces configurando, mi mamá se dio cuenta de que llegaba una señal en el canal 26, se veía muy poco, pero movió un mueble, estiró, giró, movió la antena un buen rato y finalmente la pego en un muro, pero ya estaba, sin tener idea por qué, teníamos tv cable. Era el canal 26 USA Network se llamaba y me acuerdo que lo primero que vi fue un programa de lucha libre, de la WWF, en ese momento no tenía idea de que se trataba, pero los personajes, los trajes, las luces y fuegos artificiales me dejaron loco.

Después de un par de meses la señal no funcionó más y dejamos de tener ese «tv cable» y no volví a saber de la WWF por varios años, hasta que empezaron a transmitirla en La Red, cada fin de semana me sentaba en las tardes para ver el programa sin que nada me interrumpiera, era como algo hipnótico, se me ponían los pelos de punta cuando sonaba la música de La Roca o Stone Cold. Durante esos fines de semana (viviendo en la casa de mis abuelos con toda la familia) alguien pasaba cerca de la tele mientras veía lucha libre y me decía «pero por qué te gusta?, si no se pegan, todo es mentira, como crees en eso» y el punto es precisamente ese, es que todo el mundo sabe que es mentira, que los luchadores no se hacen daño, que los conflictos son inventados, que es un «teatro», he ahí su magia.

La mentira de la lucha libre

La vida es muy corta como para no hacer lo que te gusta, para no disfrutar de los pequeños placeres, demasiado corta como para no dejarte llevar por cosas que sientas que te hacen vivir y sentir más. Muestra de esto es Piero Manzoni, con su Merda d’Artista, obra con la que buscaba desafiar un aspecto de realidad que fuese entendido transversalmente como una verdad irrefutable, para, a través de la ironía, desmantelarlo y dejar en evidencia a todos quienes creían en el.
A la lucha libre se le atribuye el síndrome de la Merda d’Artista. La lucha libre es falsa, es de mentira, los luchadores no se hacen daño, los conflictos son inventados, la lucha libre no es real, la obra de Manzoni tampoco lo era.

Para entender mejor esta «mentira» es importante hablar del Keyfabe, que es? el Keyfabe es un término raro, que describe la naturaleza guionizada del show, pero no su falsedad. No hay otro deporte (aunque sea deporte espectáculo) que juegue con esa dualidad. El resultado está predispuesto, es decir que desde un inicio se sabe quién va a ganar, pero se transmite como genuino para el público. Desde ese punto de vista, la lucha libre es única.
Habitualmente se escucha a la gente hablar sobre la lucha libre diciendo que encarna la falsedad y la violencia; si bien puede ser un análisis válido, se queda corto, porque ese análisis deja fuera la concepción artística, las historias, arcos narrativos y, claro, el kayfabe. Es en ese análisis donde se juega con la superioridad moral del conocimiento de lo «falso», del nicho, sin entender la lucha libre como una experiencia similar a ir al cine, pero sí asumirla como una mentira.

Sí, está guionizado, ahora disfruta de a película. Hay un concepto que me gusta mucho: la suspensión de la incredulidad, eso, es la evolución del Kayfabe, es decir, conoces como funciona la industria, pero te esfuerzas, como espectador, en meterte de lleno en las historias, formar parte de ellas, te entregas y te posicionas del lado de un luchador y a dejarte abrazar por la narrativa de los programas, analizas, clasificas, especulas y te dejas sorprender por cosas que sabes que van a pasar. Es un deporte guionizado.
La lucha libre es una tontera, es burda, es divertimiento, es absurda y la obra de Manzoni también lo era, el mismo ofreció una verdad a través de su arte: no hace falta que algo sea tangible, probable, factible, para que tenga valor por sí mismo. La lucha libre es una cosa de niños, sí, de niños y yo me pregunto ¿por qué se le puede explicar a cualquiera el valor de un cuadro renacentista, pero no el urinario de Duchamp? Porque es ahí donde está la magia, en lo indescriptible, en lo inexplicable, en lo obtuso.

Las personas tienen a rechazar lo que no conocen, lo que creen que no se adecúa a lo habitual, si no entra de mi zona de confort, lo desecho, si se desvía mínimamente de la convención, lo desecho. Esos límites son los que encierran a algunas personas que no entienden ni a Manzoni, ni Duchamp, ni tampoco la lucha libre. Porque va más allá de la fachada, de la primera impresión, a quienes la practican no les importa mucho lo que se diga de ellos, o ser o no comprendidos, les importa el arco narrativo en el que están envueltos y que está ahí siempre para el que quiera entender, sin trampas tal como en el cine, como en una serie, donde te entregas a creer en los disparos que atravesaron la pierna del protagonista, donde confías en que la pareja fue feliz para siempre. Si dejas de lado la porfía, si te apartas de los tabúes y prejuicios, sin más pretenciones está ahí, para entretener.

Podríamos decir que la lucha libre tiene una dimensión de arte en sí misma? Como Manzoni y Pollock (con distancia, claro). Un Arte abstracto o performatico indeterminado pero elocuente, entre historias y movimientos en un ring. Entre belleza conceptual y coreografías que demuestran que el disfrutar va más allá de cualquier idea racional o científica, de cualquier certeza y que implica la suspensión de la incredulidad, el ponernos a disposición de experimentar, a través de un deporte guionizado, de la sensación de creer, de imaginar y de existir en nuevos mundos, acercándonos a experiencias que podríamos vivir casi únicamente a través del arte.

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