Hemos sido educados en un mundo en el que se nos ha hecho creer que la publicidad y sus técnicas representan la más lucrativa, efectiva y más deseable manera de usar nuestro talento.
Muchos diseñadores, profesores y maestros promueven esta creencia; el mercado lo premia; muchos libros y publicaciones lo refuerzan.

Empujados en esta dirección, los diseñadores aplican sus aptitudes y su imaginación para vender galletas para perros, café, detergentes, gel para el pelo, cigarrillos, tarjetas de crédito, zapatillas, cremas tonificantes, cerveza light y autos todoterreno. El trabajo comercial siempre ha pagado las cuentas, pero muchos diseñadores han permitido que parezca, de alguna manera, que eso es lo que hacen los diseñadores. Esto, en consecuencia, se convierte en cómo el mundo percibe el diseño. El tiempo y la energía de la profesión se utiliza construyendo la demanda de objetos que en el mejor de los casos son innecesarios.

Muchos de nosotros nos sentimos incómodos con esta visión del diseño. Los diseñadores que dedican su esfuerzo principalmente a la publicidad, al marketing y al desarrollo de marcas, son defensores, e implícitamente aprueban, un entorno mental tan saturado de mensajes comerciales que está afectando a la manera misma en que los consumidores hablan, piensan, sienten, responden e interactúan. De alguna manera estamos todos colaborando en la redacción de un código de discurso público muy dañino, muy difícil de cuantificar.

Hay objetivos que valen más la pena en los que aplicar nuestros conocimientos de resolución de problemas. Esta crisis medioambiental, social y cultural sin precedentes merece nuestra atención. Muchas intervenciones culturales, campañas de comunicación social, libros, revistas, exposiciones, herramientas educativas, medios independientes, películas, causas solidarias y otros proyectos de información visual requieren urgentemente nuestra experiencia y nuestra ayuda.

Proponemos un giro de prioridades en favor de una forma de comunicar más útil, duradera y horizontal — una mentalidad más alejada del marketing y hacia la búsqueda y producción de un nuevo tipo de significados. El margen de debate se está reduciendo; debe crecer. Nadie responde al consumismo; este tiene que ser desafiado por otras perspectivas expresadas, en parte, a través del lenguaje visual y de los recursos del diseño.

 

EN 1964, 22 COMUNICADORES VISUALES FIRMARON LA PETICIÓN ORIGINAL EN POS DE QUE SUS HABILIDADES FUERAN EMPLEADAS DE UNA MANERA MÁS VALIOSA. CON EL EXPLOSIVO CRECIMIENTO DE LA CULTURA COMERCIAL GLOBAL, ESE MENSAJE SOLO HA INCREMENTADO SU URGENCIA.
HOY, RENOVAMOS SU MANIFIESTO EN LA ESPERANZA DE QUE NO PASEN MÁS DÉCADAS ANTES DE QUE ESTE SEA ABRAZADO POR TODOS.

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